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ċeál O’Neill

Prior General de la Orden Carmelita

 La riqueza de la espiritualidad carmelita para el mundo de hoy.

Palabras en la ocasión del primer centenario de la fundación de la Congregación de las Hermanas Carmelitas del Corazón de Jesús

Al empezar esta reflexión quisiera agradecer y felicitar a la Hna. Teresa y las hermanas todas por esta fecha tan significativa en la vida de la congregación y en la vida de las muchas personas que en cien años de vida entregada han conocido el amor del Sagrado Corazón de Jesús por medio de las hermanas Carmelitas reunidas en una congregación nueva que nace en 1924.

El mundo de hoy.

Mi primera reflexión va en la dirección del mundo de hoy. Cada uno tiene su experiencia del mundo en que le toca vivir. Nadie sabe toda la verdad. Me quedo con las palabras que el Papa Francisco escribió en la encíclica Fratelli Tutti, cuando dice:

“Cabe reconocer que «entre las causas más importantes de la crisis del mundo moderno están una conciencia humana anestesiada y un alejamiento de los valores religiosos, además del predominio del individualismo y de las filosofías materialistas que divinizan al hombre y ponen los valores mundanos y materiales en el lugar de los principios supremos y trascendentes» [1]

Como una suerte de respuesta, el mismo papa escribe:

“Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer.  Otros beben de otras fuentes. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo. De él surge «para el pensamiento cristiano y para la acción de la Iglesia el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión universal con la humanidad entera como vocación de todos” [2]

Es aquí en estas ideas en que yo ubico la riqueza de la espiritualidad carmelita. En un mundo que manifiesta su capacidad de vivir sin un concepto de Dios, y con un concepto de la dignidad de la persona, que quita de la persona su relación con lo trascendente, el Carmelo, su experiencia y su doctrina pueden aportar mucho.

La frase de Jesús, “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia[3] nos ofrece la línea guía para nuestra reflexión. Todo lo que la persona humana busca es vida y vida en abundancia, pero mientras para algunos, tal vez muchos, esta vida se encuentra en el mundo material para los que creen en Jesús, y viven su vida en obsequio de Jesús Cristo[4], la verdadera vida en abundancia es a la vida que tenemos en Dios.  El Carmelo ve en María la primera discípula, la prueba de la verdad de lo que la fe promete y la realización de esa promesa en la vida de un ser humano que está lleno de gracia, lleno de Dios.

En cuanto a la dignidad de la persona humana, tenemos por ejemplo esta última declaración por parte del Dicasterio por la Doctrina de la Fe, que dice:

“Antes que nada, según la Revelación, la dignidad del ser humano proviene del amor de su Creador, que ha impreso en él los rasgos indelebles de su imagen (cf. Gn 1, 26), llamándolo a conocerlo, a amarlo y a vivir en una relación de alianza con Dios mismo y de fraternidad, justicia y paz con todos los demás hombres y mujeres. En esta visión, la dignidad se refiere no solo al alma, sino a la persona como unidad inseparable, y, por tanto, también inherente a su cuerpo, que a su manera participa del ser imagen de Dios de la persona humana y está llamado también a compartir la gloria del alma en la bienaventuranza divina. Dignitas infinita”.[5]

 La espiritualidad carmelitana

La regla indica como el camino carmelitano es un camino entre tantos. Alberto reconoce como los santos Padres enseñaron en muchas partes y de diversos modos como cada uno, cualquiera que sea el estado en que se encontrase o el modo de vida religiosa que hubiere elegido, deba vivir en obsequio de Jesucristo, ……. Y entonces, de acuerdo con el propósito de los hermanos les da “una fórmula de vida que debáis observar en adelante”. Nuestra vida es una de las varias formas en que una persona puede vivir en obsequio de Jesucristo. Todo lo que tenemos como historia, carisma y espiritualidad tiene como finalidad el vivir en unión con Jesús, imitar sus virtudes y obedecer a sus mandamientos.

Vemos en Jesús el modelo, la notificación y el premio de nuestra vida. De allí nace nuestra dignidad como personas humanas, creadas a imagen y semejanza de Dios. El hecho de que somos contemplativos indica la naturaleza de nuestra relación con Jesús. Contemplando, en primer lugar, dejemos a él la invitación y el espacio para entrar en nuestra vida. Entrando así, él transforma todo. Reconocemos su forma de vivir, como ha vivido el Verbo Encarnado por las calles de Jerusalén y Cafarnaúm, y por las aldeas alrededor del lago Tiberíades, eso es la forma de vivir que anhelamos, en su verdad, en su sencillez y en su expresión de misericordia. Entrando así, por medio de nuestra abertura, cultivada con la palabra y la oración, Jesús se vuelve la motivación de nuestra vida. Nuestra motivación es nuestra espiritualidad. Asumimos los valores de nuestra espiritualidad a causa de Jesús, a causa de nuestra unión con él, y a causa de nuestra participación en su misión que él había recibido del Padre.

Justamente, porque vivimos así con Jesús, él es entonces el premio, o en las palabras de Madre Asunción, la gloria de nuestra vida, es decir, no hay nada más deseable en la vida que vivir en unión con Jesús. Eso lo supo María, la Madre de Jesús, y todos los santos del Carmelo.

Palabras claves

Ahora podemos ver y reflexionar sobre palabras claves, o sea valores que caracterizan nuestra espiritualidad.

Estas palabras son parte integrante de nuestra forma de seguir a Jesús: palabras como estas:  Dios, María, Elías, oración, comunidad, trabajo, gloria, pureza, confianza y pobres.

El Carmelo tiene una forma distinta de hablar de Dios. Los santos del Carmelo han conocido y experimentado a Dios como un Dios cercano, un Dios comunicativo, que comunica de sí mismo a la persona humana, y lo hace cada vez más, de acuerdo con la capacidad de la persona de recibir la comunicación de Dios. En este sentido, hablamos de la pureza y del vacare Deo, tener espacio en nuestra vida para Dios.

En este mismo sentido, tenemos nuestra propia manera de hablar de María, Madre y hermana nuestra, que vive dentro de nuestra fraternidad a la vez que nos protege y nos conduce a su Hijo.   En estos tiempos, como lo indica los santos modernos de nuestra orden hablar de María es hablar de la mujer sumamente creyente capaz de aguantar las pruebas de la vida y de ver la misericordia de Dios en el mundo que Dios ha creado y que tanto ha amado que envió a su único Hijo, que en el tiempo nace de María la Virgen.

Como otro elemento que distingue el Carmelo, hablamos del profeta Elías como nuestro padre espiritual, un ejemplo y un motivador para nuestra vida, como hombre llamado por Dios para ser su profeta, frente a la idolatría de los Reyes de Israel y de Judá. El profeta puede servir como profeta si tiene un conocimiento profundo de Dios, y un conocimiento profundo del mundo, del bien y del mal. Así es nuestro Elías. Frente a la idolatría de los Reyes, que destruye el espíritu del pueble y quita su identidad, el profeta proclama la identidad del único Dios que puede salvar e invita a la gente a optar por aquel Dios, y abandonar los dioses que no son capaces de dar vida, salud y dignidad a los hombres y mujeres de su época. Así puede ser para nosotros en esta época nuestra, tan marcada por los ídolos del poder y del bienestar material, que anhela una verdad más profunda y humana, que solo puede venir de la revelación de la misericordia de Dios para nuestros tiempos.

De acuerdo con estas figuras principales, los y las Carmelitas de hoy orientan la vida de cada día, a través de la oración, la vida en comunidad y el trabajo, o como decimos más comúnmente, la oración, la fraternidad y el servicio. En cada uno de estos elementos encontramos el encuentro con Dios y con nuestros hermanos, dejándonos formar por la gracia de Dios y comprometiéndonos a ser comunicadores de la gracia de Dios y defensores de la imagen de Dios. Esta imagen la tenemos que defender frente a aquellos que quieren manipular el rostro de Dios y hablar de Dios como Dios creado a imagen de ellos y de sus intereses particulares. Asimismo, somos defensores de la imagen de Dios en cuanto defendemos la dignidad de la persona humana, así como nuestra iglesia la define, contra todo abuso de esa dignidad, porque es imagen de Dios que todo ser humano tiene que respetar.

¿Qué tipo de persona es el Carmelita, o la Carmelita por ser Carmelita?  El verdadero Carmelita será en el mundo una persona recta, justa y misericordiosa, capaz de discernir la voluntad di Dios, capaz de dejarse formar por Dios, capaz de actuar en nombre de Dios.  En este sentido podemos hablar de un amor profundo por los pobres, espejando el amor que Dios tiene por quien es pobre, pobre de espíritu, sí, pero también pobre de condiciones de vida, el abandonado, el rechazado, el descartado. En el pobre, el Carmelita ve a su hermano, que tiene una fe profunda, una confianza en Dios parecida a la de la Madre Asunción y que posee una sabiduría de vida que solamente la escuela de la pobreza puede enseñar.

Conclusión.

Queremos ser en el mundo de hoy una fraternidad (de hermanos y hermanas), una fraternidad contemplativa, una fraternidad mariana, profética e internacional. Usamos hoy la expresión, una fraternidad orante en medio del pueblo.

Ser ese tipo de fraternidad significa para nosotros hoy ser una fraternidad contemplativa, una fraternidad mariana, profética e internacional. En cuestión contemplativa es nuestra unión con Jesús; la cuestión mariana, vivir en intimidad con María siguiendo su ejemplo gozándonos de su amor y protección; profética, con una palabra que nace desde nuestro conocimiento de Dios y del mundo y es interpretado a través del prisma de los pobres, la vida difícil la sabiduría de los pobres y es internacional que quiere decir rica de cultura, experiencia, colaboración y abertura.

Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús

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