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Desde el Voluntariado de la Pastoral Penitenciaria, dos voluntarias pertenecientes a Justicia y Paz, deseamos compartir las vivencias de Cuaresma y Pascua en este año 2022, después de dos años y medio de confinamiento por la pandemia de la covid 19 en el mundo de la prisión. El confinamiento que hemos sufrido y las secuelas que estamos sufriendo a nivel social y personal ya las estamos conociendo todos hasta el momento presente. Lo que deseamos es pararnos para tener una breve toma de conciencia desde donde nos posicionamos…el aislamiento y las consecuencias que se han vivido en el mundo carcelario, (como medida sanitaria no pretendemos cuestionarlo ni se cuestiona que debería de haber sido de otro modo, pues todas las medias eran necesarias para evitar su propagación y más aún, por ser un ámbito de riesgo por su general masificación).

Creemos que los aspectos negativos que han incidido en las personas internas se han superado cuantitativamente y cualitativamente respecto a la sociedad en general. Por su estructura interna y medidas de prevención ha potenciado el aislamiento real de estas personas: al anular todo tipo de visita familiar o de amistades, voluntariado, trabajo de talleres, paralización de juicios sobre todo al principio, y disminución de visitas de abogados, el miedo intrínseco entre trabajadores e internos…Por tanto como cristianos/as creemos que en este medio también hay pequeñas parcelas de reino de las que laten corazones clamando un poco más de empatía, compasión y acercamiento por parte de la sociedad, sabiendo que nosotros no vamos a cuestionar los hechos punitivos porque éste no es nuestro cometido, para ello está la justicia.

Tras la sesta ola de la pandemia por el mes de marzo, se iniciaron las actividades de la Pastoral Penitenciaria: Visitas a los módulos de hombres y mujeres, catequesis, club de lectura y eucaristía, acompañamiento del capellán… un gran número de internos e internas y en especial los creyentes acogieron todas las actividades con entusiasmo, alegría y novedad como aire fresco que viene a despertar un del letargo tan prolongado y de un aislamiento tan brutal.

En colaboración con la dirección de la prisión y los miembros de la Pastoral, se elaboró un programa para vivir Cuaresma y Pascua: se realizaron 59 confesiones individuales, se celebró domingo de Ramos, el Triduo completo e inclusive un bautismo y boda. Las confesiones se realizaron con la ayuda de cinco sacerdotes entre paules y diocesanos y la ayuda de voluntarios. En total hubo 51 hombres y 8 mujeres (el módulo es de 20 mujeres es pequeño) Destaco las expresiones de algunas personas después del arrepentimiento y el perdón:
– “Esto se tendría que hacer más a menudo…”
– “Es como si me hubieran quitado un gran peso de encima”
– “Gracias por haber venido”
– “Deseo confesarme con un sacerdote mayor, porque es como si fuera mi padre…”
– “¡Qué bien, como me he descargado!”
“Os aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierta que por noventainueve justos que no necesitan convertirse” Lucas 15, 7. Tanto para el Domingo de Ramos como para el Triduo, por medidas socio sanitarias el número de asistentes se redujo pero aun así, los cuatro días la capilla se completó; también se ambientó con carteles y frases alusivas al momento a la celebración que correspondía; los
cantos ayudaron a entrar en la celebración y su momento; el capellán tanto al principio de la celebración como en la homilía fue haciendo una verdadera catequesis del significado más concreto de lo estábamos viviendo los cristianos en este tiempo Pascual.

Todos pudimos vivenciar que después del aislamiento que han tenido era la acción del Espíritu, un tiempo de gracia tanto para ellos y ellas como para el voluntariado porque se propició la escucha, la mirada a la cara y a los ojos sin que nadie los juzgue ni les mire por encima del hombro, el contacto físico de un hombro, una mano de hermanos, celebrar la fe en comunidad, compartir necesidades tanto físicas como espirituales, sentimientos… ¡una vivencia de comunión!

En resumen, aportamos que tras años de voluntarias y de compartir la Pascua en la Torrecica, el Espíritu se manifestó en pequeños detalles, pero lo más importante fue el ambiente fraterno, el silencio oracional de determinados momentos, la armonía, la participación espontánea…aun conociendo la propia idiosincrasia de los interno e internas; el esfuerzo y el empeño que se ha puesto desde la dirección y trabajadores del Centro, el voluntariado de la Pastoral y todas las circunstancias que lo han propiciado, ha favorecido a que se hayan dado pequeños retazos de resurrección en la Torrecica.

Termino, poniendo de relieve a nuestra precursora la Sierva Madre Asunción Soler Gimeno, que el 21 de enero de 1949, en la Gaceta Oficial del Estado, se le concedía la medalla de Oro del Mérito Social Penitenciario a través del Ministerio de Justicia, por la labor realizada en Prisiones en muchos puntos de la Península, con el único fin de ayudar a los hombres y mujeres dolientes de las prisiones. Por tanto, la Familia Carmelita Madre Asunción debemos de beber de este carisma encaminado a socorrer o al menos aliviar una mínima parte del sufrimiento tan olvidado por gran parte de la sociedad, como es el mundo de las prisiones “…porque estaba en la cárcel y viniste a visitarme” Mateo 25,36.

Juana Navarro, laica de FCMA y Josefa Cantos de Justicia y Paz
Voluntarias en la Pastoral Penitenciaria

Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús

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