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María es patrona de los marineros y en esta misma similitud,  también la  hago patrona del mar embravecido que está  suponiendo esta pandemia,  provocada  por  el  virus  Covid  19  y  que  a  toda la humanidad  nos  está  azotando  fuertemente.  Como  sanitaria,   desde  que  comenzó  esta  grave  crisis,  los  mayores  cuidados   han  recaído  en  la  población  enferma  para  atenderles  en  todos  sus  niveles:  físicos,  psíquicos  y  emocionales…y  como marineros (sanitarios) todos los días nos teníamos que lanzar al gran  océano de la pandemia especialmente a primeros de marzo, sin saber  con  qué nos íbamos a encontrar cada día, pero sobre todo, con el gran desafío  de  hacerle    frente  a  las  nuevas  situaciones  que  se  nos  presentaban:  el  miedo  que  teníamos a  poder enfermar  o incluso algo más,  a la  falta  de  material  para  protegernos,  poder  contagiar  a  la  familia  o  a  la  población  sana,  la incertidumbre e  improvisación a  las  nuevas  circunstancias, a  ser  consecuentes ante los  nuevos  retos,  responder a  tantas  demandas  de la  población… y  todo  ello  era  y  es  hoy,  un  gran  océano  muy  embravecido  que nos está golpeando muy duramente a población enferma, sanitarios,  familiares y sociedad en general.

Para  poder  soportar  parte  de estos envites mis  herramientas  personales  eran y son: la oración de la mañana  ante el Señor y una mirada intensa a  María  reflejada en el Escapulario que  tengo  en el cabecero de mi cama,  muchas  veces   con  lágrimas  de  impotencia  y  de  dolor…  pero  a  pesar  de  todo, salía de casa con la confianza y la fe que en mi  barco  llevaba  grandes  herramientas  para  poder  combatir  los  grandes    envites  de  tantas  olas    y  tempestades  porque    una  gran  cuerda    me  mantenía sujeta entre la tierra y el mar: María y su  Hijo, ellos  han  sido y  son mis grandes amarras  de  protección.

La  lectura  de  1  de  Reyes  41‐  44  nos  habla  de  una  gran  sequía  en  la  zona,  en  el  pasaje  vemos  como  Elías  insiste  al  criado  una  y  otra  vez,  hasta  siete  veces  (o  sea  hasta  el  infinito)  subir  al  Monte  Carmelo  para  ver  esa  nubecilla  (la  nube  más  pequeña, como una mano) que esperaban y que les  trajera la lluvia, el sustento del día a día, la Vida.  En  la  simbología  del  mar,  María  es  para  nosotros,  esa  nubecilla  casi  insignificante  (la  más  pequeña  será la más grande) que nos trae fielmente el alivio  que  necesitamos  en  esta  tempestad  de  la  pandemia;  es  el  agua  verdadera  para  regarnos y nutrirnos para saciarnos y demos  frutos;  es  la  mano  que  nos  ayuda  para  que  podamos  dar  lo  mejor  de  nosotros  mismos  para compartir y aliviar; es el  faro de nuestra  vida  en  acción  que  nos  alumbra  y  nos    guía  para no encallar y no naufragar, es ese punto  de  luz  constante  donde  ponemos  nuestra  referencia    más  cierta  en  los  caminos  de  la  vida tanto en la negrura de la noche como en  la  fiesta,  es  la  testigo más      fiel  y  constante para estar sujetos y unidos a su hijo Jesús. María  es  un  pilar  de  la  espiritualidad  Carmelita,  como  Madre  y  Hermana  nos  cuida,  nos  protege,  nos  acompaña,  nos  orienta,  nos  ama,  nos  comprende….  porque  Ella es de nuestra misma naturaleza humana,  es nuestro más fiel testimonio de fe, oración,  confianza, servicio, humildad… y nosotros en  ella  nos  insertamos,  nos  nutrimos,  nos  Boletín Congregacional ‐Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús‐  25 miramos, nos acogemos, descansamos… como a una madre y por ello será  la mejor de las anclas.

La  Familia  Carmelita  dentro  de  nuestras  muchas  limitaciones  humanas,  fragilidades  y  apegos,  invocamos  a  nuestra  Madre  porque  nos  sentimos  unidos  por  una  cuerda,  como el  cordón  umbilical que  nunca  se  romperá  en  una  alianza  de  amor  entre  Madre  hijos  e  hijas  porque  junto  a  Ella  recorremos  el  camino  de  la  fe  en  nuestro  proyecto  personal  para  ir  configurando  nuestra  propia  historia  de  salvación, al aportar  nuestro  ser  más auténtico al plan de Dios.  Por  tanto,  todas  y  todas  damas  gracia  a  nuestra  Estrella  del  Mar  y  al  espíritu del Carmelo que hoy está vivo en nosotros.   “Me fascinó el Carmelo, yo también voy encordada” .

Juana Navarro
Laica carmelita – 2020
Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús

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