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"Estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe a tiempo y a destiempo con la alegría propia del que sabe que ha recibido la vida".

Se cumplen dos años del acontecimiento histórico que nos ha marcado para siempre. Para toda la humanidad ha supuesto una crisis a todos los niveles que solo la historia será capaz de evaluar con objetividad. La COVID-19 ha convulsionado no solamente a la salud pública, sino también en el económico, político y social, asumiendo cambios de hábitos que nos ha llevado incluso a la perdida de relaciones personales.

La pandemia es algo que no podemos cambiar, que no está en nuestras manos el hacerlo, pero lo que sí podemos hacer es cambiar la manera de mirarla y   tratar de interpretar el momento histórico que nos ha tocado vivir y hacer un relato creyente de lo que está aconteciendo.

La Historia de la Salvación esta compuesta de crisis humanas que fueron interpretadas desde la certeza de saber que Dios está detrás de todo acontecimiento, que estamos llamados desde la fe a saber descubrir su acción detrás de cada hecho.

La primera reflexión podría ser preguntarnos si somos conscientes de que la Historia de la Salvación no es un hecho del pasado, nosotros seguimos escribiendo esa Historia de Salvación, por tanto, es necesario que reflexionemos y sepamos descubrir la acción de Dios también en estas adversidades contemporáneas y atrevernos a seguir escribiendo esta Historia de Salvación.

Creemos, que en estos momentos se hace necesario ahondar para tener una perspectiva como creyentes de que nuestro Dios es el “Señor de la historia y del mundo”, es un Dios que desea que la humanidad viva unas relaciones justas y auténticas, y preguntarnos ¿cómo lo estamos viviendo? ¿Cómo debe ser nuestra reflexión creyente para vivir con autenticidad e interpretar los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestro tiempo? Decía Oscar Wilde «lo que parece una prueba amarga es a menudo una bendición disfrazada”

No tengamos duda que de este tiempo de pandemia que tanta sequedad y muerte nos ha dejado también un renuevo que florecerá.

Todo este tiempo es un Kairos, un momento adecuado, oportuno para dejar a Dios ser de veras Dios en nuestra comunidades y hogares, puede ser una invitación personal del Espíritu Santo para atrevernos a examinar como andamos de fidelidad.

Os invitamos a reflexionar juntos sobre lo que la pandemia nos ha enseñado:

  • El cristianismo nace del Encuentro, con Dios y con el hermano y esta pandemia ha puesto el acento en el aislamiento, nos ha impuesto la incomunicación para alejarnos unos de otros, para no celebrar juntos para no vivir juntos, para no llorar juntos. Frente a este aislamiento el Espíritu Santo nos pide creatividad e ingenio. Somos seres necesitados de otros y del Otro
  • Los cristianos vivimos con las ‘agendas recargadas’ hay poco espacio para la oración, la meditación, vivimos de puertas a fuera y nos olvidamos de algo tan esencial como el cuidado de los que habitan la casa. el Espíritu Santos nos ha invitado a retomar la riqueza de la Fraternidad que nos libera de estar centrados en nosotros mismos y a recuperar la esencia de la Oración, dejemos la religiosidad vacía de Dios.
  • En ocasiones hemos vivido un mal entendido sentido evangelizador con un activismo desenfrenado cayendo en un mero protagonismo que nos situaba a nosotros en el centro de nuestro actuar, a ser el perejil de todas las salsas. El Espíritu Santo nos ha invitado a repensar como es nuestro servicio a valorar que el simple hecho anónimo de vacunarnos implica cuidarse a uno mismo para poder ser buen instrumento de ayuda a los demás.
  • En ocasiones hemos vivido más de las certezas que nos daban nuestras propias seguridades que sentir que estamos en manos de Dios, abandonados a su providencia, palabra esta ultima que estaba cayendo en desuso, y la hemos recuperado.
  • Descubrir la fragilidad humana, la limitación, la vulnerabilidad ha sido otro factor que ha puesto en jaque nuestro ego más crecido, el orgullo que endurece el corazón. La Madre Asunción Soler en cuantas ocasiones nos advirtió que “la humildad es la base de todo edificio espiritual”, el virus nos está dando la oportunidad de sentirnos creaturas, dependientes.
  • La crisis nos ayuda a vivir el presente. Fijar la atención en lo que se hace en cada momento es una gran fuente de riqueza interna y externa, individual y colectiva.

Estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe a tiempo y a destiempo con la alegría propia del que sabe que ha recibido la vida.

La pandemia nos muestra la necesidad de cultivar el amor a Dios que significa partir del amor hacia uno mismo, que brota de lo más profundo hacia Él; admirar mi grandeza desde lo pequeño que soy, admirarme del otro y agradecer su presencia para poder admirarme ante la presencia de Dios.

Os invitamos a mantener la esperanza y enfrentar el miedo con el aliento que nos da nuestra fe.

A mantener nuestras casas y comunidades en adoración y conectadas con todo aquello que el Espíritu nos sople.

A Expresar la compasión y el cuidado de Dios a la gente afectada a nuestro alrededor.

¡Ánimo! ¡Dios está con nosotros! Sigamos unidos. El mundo será diferente, mejor. Porque Dios siempre saca un bien de un mal. ¡No tengan duda! ¡Confíen!”. Nuestro Dios es el Señor de la Historia; de esta también.

                   La Comunidad – FCMA de Albacete

Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús

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