El presente tema está tomado del Manual para la
Justicia, la Paz y la integridad de la creación
en la tradición Carmelita
COMISIÓN GENERAL CARMELITA DE JPIC:
- La historia de la Creación. Relaciones
- Ruptura
- Llamada a la conversión
- Jesús: Modelo, motor y esperanza para una nueva creación.
- El Espíritu de Dios renueva la Tierra
- El rol de la contemplación en el JPIC 94
- 4.4. La celebración de nuestra casa y familia común
- Educar en valores esenciales para el cuidado de la creación
- Conclusiones
LA CREACIÓN EN LA TRADICIÓN CARMELITA
Adónde te escondiste…
«Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.»(1 Juan 4, 8)
“El amor es la única fuerza capaz de cambiar el corazón del hombre y de la humanidad entera, haciendo fructíferas las relaciones entre hombres y mujeres, entéricos y pobres, entre culturas y civilizaciones.”
(Papa Benedicto XVI, mensaje a los Jóvenes en ocasión de la XXII Jornada Mundial de la Juventud 2007)
“La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica” (Papa Francisco)
La historia de la creación. relaciones
Estos textos sagrados del Génesis presentan la comprensión de que la poderosa Palabra de Dios Creador ha realizado la obra de la creación. Por la Palabra, todo ha sido creado de la nada. Todo lo creado es bueno a los ojos de Dios (Génesis 1, «Y vio Dios que era bueno», se repite a lo largo de cada día). Sol, luna, estrellas, océanos, aire, suelo, aves, árboles, peces, animales, plantas y seres humanos; todo.
Las narraciones del Génesis enfatizan que sólo Dios es realmente ser divino y que todo lo demás en el mundo es una criatura y, por lo tanto, creado por Dios. Ser la obra de Dios es la razón por la que la creación es sagrada.
Entre todas las criaturas creadas por Dios, los seres humanos ocupan un lugar especial. Creados hombre y mujer, los seres humanos son la imagen y semejanza de Dios, por lo tanto, comparten una dignidad común y se convierten en procreadores responsables de la preservación de la obra de Dios en el tiempo. El dominio (no la dominación) significa que tenemos autoridad y responsabilidad sobre el bienestar de la creación de Dios. Nos asemejamos a Dios principalmente por este dominio; por lo tanto, nuestro dominio también debe asemejarse al dominio de Dios, que es de bienestar y de amor por cada criatura.
En el Génesis, el ambiente de la Tierra se presenta con la metáfora del «jardín», en el que «Dios coloca al ser humano» para que lo «labrase y cuidase» (Gn 2, 15). Por lo tanto, la relación de los seres humanos con la naturaleza y el ambiente es la del custodio, mayordomo o administrador. Somos mayordomos, ministros, guardianes a quienes el Creador les ha confiado el cuidado de nuestro ambiente.
La custodia implica la gestión consciente y responsable de algo que se confía al cuidado de cada uno. Recibimos la instrucción de «cuidar” y “labrar” o “cultivar» la creación de Dios (Gen 2, 15). Es una instrucción ecológica.
Sin embargo, por alguna razón, vinculada de alguna manera a la distorsión en la percepción de la realidad y en el ejercicio de la libertad hecha por los seres humanos (Gn 3), el mal se introduce en el transcurso del tiempo. La humanidad sufrió el pecado como un vínculo roto en tres niveles. Un nivel relacionado con Dios, ya que el hombre y la mujer se escondieron cuando Dios pasó, teniendo sentimientos de vergüenza y miedo por la mirada de Dios. Esto explica la propensión histórica de los humanos a evitar la presencia de Dios, ya sea olvidando sus mandamientos, o ignorando u olvidando la presencia de Dios.
Un segundo nivel de vínculo roto se encuentra entre los humanos, ya que antes de la escena del pecado, Adán había dicho en referencia a Eva, «esta es, al fin, huesos de mis huesos y carne de mi carne» (Gen 2, 23). Sin embargo, después del pecado, Adán se queja de su pareja por el pecado cometido diciendo: «La mujer que me diste para que estuviera conmigo» (Gen 3, 12). Esta es la escena de la primera culpa contra nuestro prójimo, la pareja, por nuestra incapacidad de reconocer nuestra propia culpa.
Luego, un tercer nivel de vínculo roto es con la naturaleza, puesto de relieve por la maldición de la serpiente, el parto con dolor, el pan ganado con esfuerzo y trabajo duro, etc., evidenciando así la hostilidad entre el florecimiento humano y el poder de la naturaleza.
Desde el principio, la llamada de Dios choca con la infidelidad de los seres humanos. Habiendo dudado de la bondad de la obra de Dios y de su amor, los humanos huyen de su presencia en lugar de buscarla. Para darles la dirección correcta, Dios les hace darse cuenta de que ya no están en su lugar, extendiendo a ellos esta llamada: ¿Dónde estáis? (Cf. Gn 3, 9). Esta llamada es implícitamente una invitación a volver, una invitación a un cambio de actitud interior, una invitación a la conversión.
La conversión es un retorno sobre los propios pasos para volver a recorrer el camino hecho, pero esta vez, en la dirección correcta, hacia Dios. Desde el Antiguo Testamento, la historia de la vocación del ser humano, de su lugar en el mundo, es al mismo tiempo la historia de su conversión. La conversión de los seres humanos es esencialmente una restauración de las relaciones entre la humanidad: con los demás y con uno mismo, con el ambiente y con Dios. Necesariamente es la restauración del orden cósmico del mundo y del equilibrio ecológico de la naturaleza, pensado por Dios.
Jesús asume pacíficamente la fe en Dio Creador del Antiguo Testamento (cf. Mt 11, 25). Dios es el Padre de todas las criaturas y en su Providencia se preocupa por todos (Mt 6, 25-34; 10.29). Los evangelios sinópticos destacan que la creación es buena, cómo se pone de relieve en el capítulo 1 del Génesis, los salmos y la literatura sapiencial. Jesús insiste en que el mal viene del interior de los seres humanos, no de las cosas. Las cosas son buenas (Mc 7,14-20). Aunque la creación contiene dimensiones de finitud y contingencia, la Palabra de Dios arroja luz sobre el valor esencialmente bueno de la materia y el resto de la creación. A su vez, el Evangelio de Juan comienza indicando que, en el ser de Jesucristo, el misterio de Dios se introduce en la historia, no sólo de la humanidad, sino de toda la creación (Jn 1, 1-3.14). Dios se inserta en el cosmos creado, sufriendo su mismo destino. Esta introducción de Dios en su obra no sólo reafirma el valor positivo que Dios da a la creación, sino que incluye su compromiso con su destino.
En continuidad con esta idea de que Dios está involucrado en la historia del universo, el Nuevo Testamento expresa que la creación se ha hecho de nuevo: hay una «nueva creación». Los efectos de la resurrección de Cristo determinan una configuración renovada del cosmos y de toda la humanidad (2 Cor 5, 17). Todo lo creado experimenta ahora esa novedad del ser, aunque esperando su despliegue final (Rom 8, 18-22), con los «nuevos cielos y tierra» (Ap 21, 1). Desde la fe, la nueva creación no consiste en una mera restauración del equilibrio ecológico. La recreación del universo material significa nuevamente la mediación del ser humano, vicario de Dios para el resto de su obra, en la perfección de Jesucristo.
El salmista dice: «Si envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra» (Sal 103, 30). La historia del nacimiento de la Iglesia en los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2, 4) encuentra una correspondencia significativa en este salmo, que da una gran alabanza a Dios Creador. El Espíritu Santo que Cristo ha enviado del Padre y el Espíritu Creador que ha dado vida a cada criatura, son uno y el mismo.
Nuestra fe en la creación nos dice que el «jardín» en el que vivimos se nos ha confiado para que lo cultivemos y lo guardemos con respeto. Esto sólo es posible si Adán – el hombre viejo, formado con la tierra – se deja recrear por el Espíritu Santo, es decir, si se deja recrear por el Padre según el modelo de Cristo, el nuevo Adán 86.
Tenemos hoy en la Iglesia una creciente sensibilidad y conciencia, entendida como parte de nuestra misión de Justicia y Paz, ante el fenómeno de la degradación ambiental. Actitud difícilmente imaginable diez años atrás, o que al menos hubiera despertado ciertas sospechas. Pero ya no podemos limitarnos a defender la Justicia y la Paz luchando por la promoción y el respeto de los derechos humanos al territorio, a los alimentos, al agua, a la salud, a la educación y al trabajo, los derechos de las minorías y la desaparición por la trata de personas, por mencionar algún ejemplo de los muchos problemas que aún afectan a cientos de millones de personas, a niveles mundiales altos e indeseables. Ante el compromiso por la Justicia y la Paz se abre un nuevo horizonte, inédito hasta ahora: cuidar la creación, integrarla como parte de la dignidad de la vida de los seres humanos.
Como carmelitas, hemos aprendido que la contemplación no es algo estático, sino el espacio interior donde la espiritualidad abraza todo lo creado. Podemos considerar efectivamente la realidad entera, material y espiritual, a la luz del dinamismo Trinitario: La Fuerza de Dios, la humanidad y las (demás) criaturas (visibles e invisibles), en mutua interrelación; y la Fuerza de Dios – el Espíritu Santo – como fuente que sustenta toda la realidad.
En la contemplación estamos llamados a descubrirlo o a tomar progresivamente conciencia de ello, de la fuerza del Amor que Dios comunica a la humanidad, presente en cada ser humano y en cada cosa creada; este proceso reclama una profunda transformación personal mediante la oración, la vida comunitaria y el servicio, que son los caminos de la contemplación.
El camino existencial y espiritual de una vida humana consiste en prestar atención a y esforzarse por [desear] lo que realmente es importante, como María, a diferencia de Marta, (cf. Lc 2, 19) que seguía el consejo de Jesús. Sólo cuando la persona está centrada, por ejemplo, cuando toda la fuerza de su deseo está encauzada en Dios y hacia Dios, como Ser trascendente, y por tanto libre, más allá incluso de nuestro deseo, puede gozar de paz y equilibrio. San Juan de la Cruz lo indica muy claramente en este fragmento:
“Siempre ha menester acordarse el discreto lector del intento y fin que en este libro llevo, que es encaminar al alma por todas las aprehensiones de ella, naturales y sobrenaturales, sin engaño ni embarazo, en la pureza de la fe, a la divina unión con Dios”101.
Por eso el principal objetivo del santo carmelita es ayudar a las personas a orientarse hacia Dios, entrando en sí mismos, porque el centro del alma es Dios102. Su poema Cántico Espiritual define exquisitamente el camino espiritual y existencial humano:
Cántico Espiritual
Esposa:
- ¿Adónde te escondiste, Amado,
y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
- Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
- Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
- ¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del amado!
¡Oh prado de verduras
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!
- Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de hermosura.
Principios
- Las raíces de la crisis ecológica están asociada a la manera en que
los seres humanos se relacionan tanto con lo Divino como con la
naturaleza.
- El corazón humano no se satisface con menos de Infinito.
- Las criaturas no pueden reemplazar a Dios.
- Dios nos ha creado para vivir en armonía con todas las criaturas
y con Dios Creador.
- Las sociedades sin comprensión de esto buscarán afrontar el deseo
humano ilimitado a través del consumismo por cualquier medio.
- La llamada carmelita a la contemplación ofrece un camino de
sabiduría que puede sanar tanto a la persona humana como al planeta en
el que vivimos.
- El camino carmelita de contemplación reordena el deseo humano y nos ayuda a
obtener felicidad sin tener que constantemente alimentar cada capricho.
- El camino carmelita de contemplación puede ayudar a la gente a
apreciar la belleza de la creación y ver un camino de su preservación para el bien de futuras generaciones. Educación por una casa común para todas las criaturas
Nuestro mundo hoy en día sufre debido a los problemas ambientales relacionados con el hombre. Nuestro estilo de vida no sostenible ha degradado la calidad de nuestro mundo.
Como cristianos creemos que el mundo, incluyéndonos a nosotros, es la buena creación de Dios. De la Biblia aprendemos que Dios nos da la importante tarea de cuidar este hermoso planeta en el que vivimos. La Iglesia nos enseña que todo el universo material habla del amor de Dios, su ilimitado afecto por nosotros. Tierra, agua, montañas: todo es, por así decirlo, una caricia de Dios 168. Como carmelitas aprendemos de Juan de la Cruz que en la creación podemos ver las huellas de la belleza divina, el poder y la sabiduría amorosa169.
La carta encíclica del Papa Francisco, Laudato Si’, nos ayuda a contemplar que a lo largo de los años la comprensión católica sobre la creación ha ido madurando desde el dominio de los humanos sobre la creación, pasando por la administración responsable de la creación, hasta la descripción actual de la huella de Dios presente en toda su creación.170.
Hay dos caminos complementarios que debemos seguir:
1.El primer camino es educarnos a nosotros mismos. A través de la educación podremos deshacernos de nuestras formas corruptas de entender y explotar la naturaleza, de nuestros hábitos de consumo irresponsables y de nuestro mal comportamiento hacia otras criaturas vivientes.
Todos somos ciudadanos de la casa común, todos necesitamos educarnos para escuchar el grito de la Tierra y el grito de los pobres que más sufren por la destrucción ambiental, para pensar profundamente, vivir sabiamente y amar con generosidad, y para construir un nuevo diálogo sobre cómo estamos formando el futuro de nuestro planeta que incluya a todos. 174.
2) Asimismo, las comunidades religiosas, iglesias, parroquias y escuelas están llamadas a educar en la sobriedad responsable, como parte de su ministerio en la educación ecológica. En los seminarios y casas de formación, se debe dar prioridad a «una educación en la simplicidad de vida responsable, en la contemplación agradecida del mundo de Dios, y en la preocupación por las necesidades de los pobres y la protección del medio ambiente»175.
Como necesitamos un cambio de corazón, el segundo camino es celebrar la naturaleza y nuestra familia. La naturaleza y la familia humana nos son dadas por Dios y Dios ve que todas ellas son buenas181. ¿Cómo celebraremos esto? Primero, 181
Ver Génesis, capítulo 1.
- Fortalecer el instinto, por los temas morales y éticos, por la belleza y la creatividad.
- Prestar atención a la belleza y AMARLA (para salir del paradigma del pragmatismo, utilitarismo y consumismo)
- Motivar y fortalecer la cooperación y participación democrática (que se opone al aislamiento tecnocrático), para transformar a los jóvenes y la sociedad en la que viven.
- Abandonar el pensamiento simplista, “cada problema tiene su solución”.
- Buscar soluciones técnicas, pero con la necesidad de la acción cooperativa que tiene una motivación moral, ética y estética.
- Obtener libertades para decidir acerca de la vida y desarrollar el valor y la capacidad de intervenir en procesos políticos en diversos niveles al que cada uno tenga acceso.
El Papa Francisco utiliza el método, de VER a través de la lente de la ciencia, de JUZGAR con el poder del amor, de ACTUAR a través de la educación en valores sobre la persona humana y la naturaleza, y de CELEBRAR la vida en la esperanza.
Aunque debemos ser críticos con los tiempos presentes ya que la injusticia sigue siendo dominante, debemos tener esperanza en el futuro. El cuidado de la creación hoy expresa nuestra fe en la restauración de todas las criaturas, ya que esperamos «cielos nuevos y tierra nueva» (Ap. 21, 1). Este será nuestro sello distintivo del tono de otros movimientos ecologistas. Los mensajes amenazantes tienen poco potencial para lograr cambios de comportamiento en las personas.
“No tiene precio la cosa más pequeña que se hace, si va por amor de Dios”. (Santa Teresa de Ávila, Fundaciones 12, 7)
“Recuerda que nada es pequeño a los ojos de Dios. Todo lo que hagas, hazlo con amor”. (Santa Teresa de Lisieux)
- “Y él entonces les responderá: «Os aseguro que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo»”. (Mateo 25, 45)“Y percibí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré?, ¿quién irá de parte nuestra»? Dije: «Yo mismo: envíame.»” (Isaías 6, 8)El Papa Francisco ofrece la “ecología integral”, que articula aspectos relacionados con temas espirituales, éticos, sociales, ambientales y económicos, como una manera de ayudarnos a apreciar nuestro propio carisma carmelita bajo nuevas formas. “Cuidar nuestra casa común requiere sencillos gestos diarios que quiebran la lógica de la violencia, la explotación y el egoísmo”. Animados por la narración bíblica de Nabot, no permaneceremos silenciosamente cómplices ante la destrucción de nuestra casa común. Nos unimos a nuestra Familia Carmelita en un compromiso para estudiar, orar y hacer gestos bien sencillos que contribuirán a un cambio sustantivo de nuestros estilos de vida. La cultura de la indiferencia es uno de los desafíos claves en nuestras comunidades y sociedades.El beato Tito Bramdsma, como tantos otros santos carmelitas, nos recuerda que “No estamos llamados a hacer grandes cosas. Estamos llamados a hacer pequeñas cosas con grandeza”.Encontramos que la encíclica Laudato Si’ es estimulante tanto para su oración como su estudio, y la recomendamos profundamente a toda la Familia Carmelita. A la luz de lo anterior, invitamos a toda la Familia Carmelita a ser promotora del cambio y la justicia, y a anunciar al Dios vivo siguiendo el modelo de vida del profeta Elías.Para el estudio y reflexión de este tema ofrecemos como material de apoyo Palabra de Dios, Const.,Textos Complementarios, Documentos Capitulares, Laudato Si, y otros, contenidos en el tema.
(Equipo General de Justicia y Paz)
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