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Madrid, 6 de junio del 2021

Mi nombre es Antonio Laguna Cañadas, antiguo alumno del colegio San Enrique de Quart de Poblet. El pasado mes de mayo recibí el sacramento de la confirmación. Casualidad de la vida, ese día tan especial para mí coincidía con el veintiún aniversario de mi primera comunión. Puede que estés cayendo en la cuenta de que no soy un joven adolescente si no más bien un adulto.

Cuando anuncié a mi familia y amigos que por voluntad propia quería recibir dicho sacramento, algunos se sorprendieron, pero aquellos que conocen mi trasfondo espiritual, se emocionaron y para ellos fue una inmensa alegría. Crecí en una familia católica, desde niño me inculcaron unos valores cristianos. Desde hace unos años, por motivos laborales, resido lejos del hogar familiar. Aunque sea una persona sociable, cuando acaba el día, regreso solo a mi casa, pero no percibo una soledad tormentosa, se que Ntro. Señor cuida de mí como lo harían mis padres en su casa. Este sentimiento me marcó, hablé con una amiga sobre lo que estaba sintiendo y ella fue quien me preguntó si había recibido todos los sacramentos hasta el momento, le comenté que no estaba confirmado. Pregunté en la basílica que frecuentaba por algún grupo de jóvenes que se estuvieran preparando para la confirmación, me dijeron que no y que era bastante adulto. Ella se alarmó de lo acontecido, yo le quitaba hierro al asunto pensando que ya tenía una edad para estas cosas. Un día me dijo que escribiera al Arzobispado de Madrid. Tenían que tener constancia de lo sucedido.

Tras un breve encuentro con el arzobispo de Madrid los acontecimientos venideros influyeron de otra forma. Haciendo apostolado conocí a personas con las mismas preocupaciones hacía el prójimo como las que yo tengo. Estoy convencido de que esa paz y tranquilidad me la otorga él. Hasta hace poco era una oveja más en el rebaño. Hoy no tengo duda de quién es mi pastor. La fe es un don de Dios, que me ha regalado gratuitamente, por ello le estaré eternamente agradecido por este regalo. No seré ni el más creyente, ni el mejor cristiano pero si más comprometido con él. Quiero que el Espíritu Santo abra mi corazón para que con mi vida ofrezca, con humildad y alegría, su testimonio.

Permítanme que agradezca a las Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús que me conocen, por su entrega y cuidados durante mi etapa escolar. A mi familia y amigos por su apoyo, que por motivos adversos no pudieron asistir a la ceremonia en la Catedral de Nuestra Señora de la Almudena, de alguna manera estuvieron presentes en ese momento. Especialmente a Mons. D. Carlos Osoro, Cardenal – arzobispo de Madrid que desde el primer momento me atendió con respeto y cercanía. Por su amistad y consejos. A todos gracias de corazón.

Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús

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